Decidimos expresar el dolor físico, así como el que tienen las mujeres con la regla, cuando te depilan, cuando caminas descalzo por tu habitación y justo le pegas una patada a la pata de la cama con el dedo meñique, o aquel maravilloso dolor que te llega al golpearte el codo con la puerta... Más o menos, ese es.
Y por otra parte queda el dolor interior, aquel que sólo la persona que vive en ese cuerpo lo nota. Ese dolor que puede que escondas detrás de una falsa apariencia, o detrás de una palestina. Un dolor que puede salir a flote con una simple mirada, inexpresiva. Un dolor tan profundo que incluso puede que te lleves a la tumba.
Espero que lo sintáis pocas veces.
Marta Fornes.
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