No tengo una gran experiencia con
la expresividad, no obstante existe, y remonta a los inicios escolares. Todo lo
que recuerdo relacionado con este concepto en la etapa de primaria tiene que
ver con los bailes y las actuaciones de final de curso. Los primeros cursos nos
las enseñaban los maestros de educación física, y ya en el tercer ciclo de
primaria, nos las inventábamos nosotros. Recuerdo que en sexto, a parte del
baile que hicimos las chicas de mi clase, participamos todos en una rueda de salsa.
Esa coreografía, en cambio nos la enseñó una maestra que daba clases de baile
de salón, a pesar de ser muy básica, a los chicos les costaba muchísimo más que
a las chicas.
Una vez adentrados en la ESO, la
educación física se basaba en una enseñanza de instrucción directa, donde el
maestro nos dictaba los ejercicios y nosotros obedecíamos las órdenes tal como
él nos lo indicaba. No obstante, recuerdo que en tercero, en la asignatura de
castellano realizamos un teatro para representar una obra que estábamos
estudiando en clase. La obra era la historia de una familia en la vida
cotidiana, el padre ejecutivo que llegaba tarde a casa, la madre que no salía
de la cocina y se ocupaba de los tres niños (esa era yo), los niños que lo
revolvían todo y el abuelo, que siempre se quejaba de lo que hacía la madre, el
cual era el protagonista. Hacer esta obra supuso que se nos quitara un poco el
miedo escénico, ya que teníamos que representarla delante de tres cursos,
incluidos los de bachiller, que al ser más mayores que nosotros daba mucha más
vergüenza, por lo menos a mí.
Cuando entré en bachiller
experimenté alguna que otra situación con la expresividad. Recuerdo un
ejercicio que realizamos en educación física, donde la profesora nos ponía un
tipo de música, desde muy lenta a rápida, y nosotros teníamos que expresarnos,
moviéndonos por el gimnasio según nuestro cuerpo lo sintiera. No obstante, la
gente de clase no se lo tomaba en serio, principalmente hacían tonterías. Otra
actividad, fue más dirigida a la relajación e imaginación que a la
expresividad. Nos acostamos en colchonetas y la profesora puso música, entonces
nosotros teníamos que crear en nuestra mente situaciones que nos gustara que
pasara o lugares donde nos gustaría estar y con quien. Luego lo teníamos que
escribir en una hoja y entregárselo, aunque no volvimos a saber nada de esas
hojas.
En definitiva, pienso que a la
mayoría de personas nos cuesta mostrar nuestros sentimientos o básicamente
mostrarnos a nosotros mismos delante de un público, sobre todo si no lo
conocemos. Tenemos ese miedo al ridículo, al hecho de no “hacerlo bien”, de
equivocarnos o de trabarnos con las palabras. Por tanto, yo creo que deberíamos
quitarnos esos miedos y esos prejuicios, y lo más importante es empezar desde
cero, es decir, cuando somos niños. Por eso, creo que el maestro, en la
educación primaria debe empezar el inicio de esa trayectoria para que en un
futuro no pase lo que nos está pasando a la mayoría de nosotros.
Marta Fornes
Volviendo la
vista al pasado, intentando recordar mi experiencia con la expresividad, me
viene a la mente la primera coreografía que hice cuando tan solo contaba con
seis años de edad. El motivo por el cual la realizamos fue nuestra graduación. ¡Por fin nuestra etapa como
alumnos de infantil había acabado! Las tutoras nos la enseñaron con pasos
sencillos y la mayoría de ellos estáticos, aunque en aquel momento una sensación
de vergüenza me invadía al tenerla que bailar delante de todos los niños,
padres y profesores del colegio.
Con el paso de
los años recuerdo mi etapa por la educación primaria, en la que todos los años bailábamos
para la fiesta de final de curso. En los primeros ciclos el maestro de
educación física era nuestro guía y el que nos enseñaba las coreografías, pero
en tercer ciclo teníamos que ser nosotros mismos los que dejáramos volar
nuestra creatividad e imaginación y montar una gran
coreografía. Recuerdo los momentos de tensión que sentíamos, los cambios de
opiniones, las disputas porque cada uno quería las cosas de una forma, pero
finalmente llegaba el momento, y ahí estábamos, delante de mil ojos viéndonos
actuar.
Pasando a la etapa
de educación secundaria recuerdo a un gran profesor, Antonio, el cual era muy
constante y nos planteaba retos que veíamos imposibles de superar. Con él
empezamos a practicar acrosport, recuerdo sensaciones agradables de aquel
momento y los ratos de risas que pasamos entre todos los compañeros. También
realizamos otra serie de ejercicios como desplazamientos al ritmo de la música,
intentando transmitir aquello que nos hacía sentir. Por último realizamos un
baile final por grupos que tenía un gran peso en la nota, aquella coreografía
la practicamos durante casi dos meses en clase, pero aparte quedábamos fuera
del horario escolar, nos llevó demasiado trabajo, ya que también contaba el
vestuario, el decorado, etc. y claro, todos queríamos ser el grupo más original. A pesar
del trabajo que nos llevó tener el baile bien montado, estuvimos muy
satisfechos del resultado final.
Para finalizar
hago una pasada por mi etapa en la universidad, y concretamente en la
asignatura de didáctica de la educación física, en la que trabajamos cantidad de
bailes como salsa, hip-hop, etc. donde también practicamos acrosport e interpretamos un teatro. Considero que
aprendimos mucho de esta asignatura y que el maestro nos lo transmitió de una
forma práctica y agradable.
Por tanto todos
mis recuerdos en relación con la expresión corporal durante mi etapa estudiantil
son agradables, aunque me hubiera gustado que algunos profesores la hubieran
trabajado más. Es una forma de transmitir lo que sientes e ir perdiendo
la vergüenza, puesto que a la mayoría de los jóvenes nos cuesta enfrentarnos a
la realidad por miedo al ridículo.
Rocío Rodado
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